Aquí llega la segunda parte de estas reflexiones, os dejo el enlace de la primera para los que habéis llegado tarde.
TODO POR EL ARTE (II) DEBERES Y DERECHOS
Pero, ¿y cuándo es imposible concebirlo?
Existen diversas causas para que un escritor no pueda esconder, separar la persona del personaje, el lugar del mundo imaginario, y que cualquier intento de ocultar alguien o algo caiga en la inutilidad. Narrar una historia de gran renombre lo haría muy difícil, estas obras suelen ser sometidas a numerosos estudios que descubren, por muy hábil que sea el escritor, la identidad de los personajes. La propia incapacidad de un escritor es un factor a tener también en cuenta, así como la intencionalidad económica. Por último, el móvil estaría en el simple deseo de herir sentimentalmente.
Sin embargo, sería improductivo detenernos en el cómo o el porqué se ha saqueado la intimidad de una persona, ya que al fin y al cabo el resultado es siempre el mismo: la identidad queda descubierta. La pregunta sería entonces la siguiente: ¿Tenemos los escritores el derecho de contar historias de los demás?
Aquí viene la borrasca de ideas que nos surgieron durante este final de verano, filosofando en plena entrada de una crisis financiera mundial, las respuestas se reproducen, múltiples, y con matices, como dos gemelos que cambian de parecer según la vestimenta de lleven cada momento.
Es el “depende” de cada situación, y por esta regla de tres, crecerán tantas soluciones como relatos escritos (y los que quedan por escribir) y esa sea quizás la única respuesta ante el dilema, cada situación es diferente. No es lo mismo escribir una historia acerca de un amigo que solamente alcance identificar su círculo de amistades, que escribir, por ejemplo, una historia de un personaje público que logre repercutir (negativa o positivamente) en un círculo social mucho más amplio. Son tantas las posibilidades, tantas las miradas, y tantas las palabras que nunca sabremos la verdad absoluta de lo escrito, lo sucedido y de lo dicho: ¿Es, entonces moral apropiarse de una historia ajena?
Una compañera puso un ejemplo claro: ¿porque un pintor puede sentarse en una banqueta delante de un jardín y pintar el más mínimo detalle sin el miedo de ser acusado de oportunista y falto de ideas? Claro que también ha habido —y hay— represión en esta profesión, pero nunca ha llegado a ser tan acusada como en el caso de los escritores.
A fin de cuentas, volvemos casi siempre a la misma cuestión: ¿tiene el escritor el deber o el derecho de escribir lo que le apetezca?
Continuación: TODO POR EL ARTE (III) LAS TRES PREGUNTAS
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Artículo de Juan Manuel Rodríguez de Sousa
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