Cantar bajo la lluvia, cuando las gotas estallan en tus cabellos, refrescándolo. Caen deliciosas por tu frente, se resbalan hacia el entrecejo y son conducidas por el limite de una nariz humana, extraña; la sientes tan cerca que te confundes: si eres cielo o tierra, si estas entre las estrellas. Justo ahí, cuando las gotas han recorrido el camino de una larga nariz y llegan al final de esta primera etapa del viaje, penden de las narinas. Con un pequeño movimiento, se desmoronan por los surcos de mis labios, entran ínfimamente en mi boca como pasajeras desprevenidas que vuelven al labio inferior, agotadas y reducidas por tal audacia. Ya no son varias, sólo hay una. Recorre trabajosamente mi barbilla y allí queda colgando igual que una Gárgola invisible, aplazando su derrota final que acaecerá cuando el peso de su cuerpo aumente, cuando sus llantos engorden su depresión, su diminuta existencia. Se hundió la gota al fin, que ni la gravedad ni el aire pudieron aguantar. En definitiva, cayó por su propia vanidad, por su propia tristeza que quiso fundirse, suicidarse contra aquella mojada baldosa de una calle cualquiera.
Texto de un día lluvioso escrito por Juan Manuel Rodríguez de Sousa
1 comentario:
Las gotas de lluvia siempre han sido mis favoritas... ¡me ha encantado el texto!
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